miércoles, 14 de septiembre de 2016

El desnudo a través del tiempo

El desnudo es tan antiguo como lo es la humanidad. Según los creacionistas el hombre apareció desnudo sobre la faz de la tierra y así caminaba plácidamente, sin conocer la vergüenza. Hasta que su osada compañera, también desnuda, le dio la fruta del conocimiento y ambos sintieron vergüenza. Entonces se cubrieron.


Los evolucionistas también remiten que anduvimos desnudos, aunque al inicio estábamos recubiertos de pelos. Luego los perdimos y sentimos frío. Esto nos llevo a utilizar las pieles de los animales para cubrirnos. El Homo erectus habría sido el primero en confeccionar sus propias prendas, hace más de 1,5 millones de años.


El desnudo juega un papel preponderante en la historia. Fue señal de humillación en los castigos, desde antes de los tiempos de Cristo. Fue un referente del arte en el siglo XVI. Fue un emblema de lucha hasta hace poco (o tal vez lo es aún)... Cientos de marchas de mujeres desnudas se registraron los últimos años con diferentes reivindicaciones, qué van desde una protesta política hasta la exigencia de todos sus derechos.


En pleno siglo XXI, mostrar mi cuerpo desnudo, si es lo que quiero, parece ser el punto máximo de autonomía sobre mí misma y el ejercicio pleno de mi sexualidad. Y si es así, ¿por qué nos produce indignación ver a una joven fingiendo placer entre cueros de sillones?


Aquí se juega otro factor. La pornografía. Para que la pornografía tenga éxito tiene que tener un factor. La degradación. Mientras más degradación hay, más "placentero" tendría que ser el efecto de la producción. Por eso, en la pornografía el acto sexual está reducido a su nivel más bajo. No hay empatía ni respeto por la pareja sexual.


Pero la pornografía no solo abarca a parejas teniendo sexo. Sino también a personas solitarias como una figura de objeto sexual. Hombres, pero sobretodo mujeres que con eróticas poses, impulsadas por expertos productores, invitan a toda una audiencia a imaginar un momento de placer con ellos y ellas donde la degradación es el disfrute.


Y ahí surge la indignación. La autonomía desde el ejercicio de la sexualidad desaparece cuando ya no es decisión propia del protagonista. Sino, es una cuestión de mercado. En el caso de la modelo de los muebles Corimexo (campaña 2016), una vez que existe un contrato, ella no hará lo que le plazca con su cuerpo, sino, lo que le plazca al productor que está usando su cuerpo para vender un producto. Ella debe obedecer "cánones del mercado sexual" que están destinados a ofrecerla como un objeto. Un objeto que mientras más degradado se presenta más "placentero" resulta.

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