sábado, 24 de octubre de 2020

¿Quién se cansa?

Un día como hoy, hace exactamente un año, el país estaba convulsionado. ¿Evo de nuevo?, preguntaba una jovencita cubierta con la tricolor ¡Huevo, carajo!, le respondían sus compañeros de lucha, que con los días sumaron millones por todo el país. Para ellos, para los que estuvieron en las calles, fueron 21 días de cocinarse bajo un inclemente sol durante el día y cuidar la casa durante noche. Dormir nada, comer poco, ser apedreados por el bando contrario, ante la mirada impasible de la policia, al menos al inicio. 21 días, en fin, de sufrir una herida colectiva y defender su voto con todo lo que poseían, que eran diez metros de pitas, un par de llantas y mucho enojo. 

Los políticos, pocos días después, se reunieron "para buscar soluciones". En esa situación extrema no había ego que valga. Todos reunidos pidieron a la población no bajar los brazos ¡Sigan luchando!, pedían a los movilizados mientras ellos mostraban la unidad que la mitad del país TANTO les había  pedido antes de aquella elección, y que ellos no fueron capaces de ofrecer.

Durante 21 días la mitad del país arriesgó cuanto pudo y más. A la noche, ya en casa lloraban de  incertidumbre y de cansancio, aunque al día siguiente cobraban fuerza y advertían de nuevo que "¡Nadie se cansa!".

¿Y hoy, quién se cansa? 

Un año después de aquello puedo decir, (y disculpen si me equivoco) que se cansa el traicionado, se cansa el usado, se cansa el desprotegido. 

El desgaste del boliviano (no masista) ha sido inmenso. Inició desde el momento mismo que los protagonistas empezaron a anotarse en la lista de candidatos ¡porque querían la silla! "Yo no quiero, me lo exigen" decían los obligados a pugnar por el poder. 

El desgaste del boliviano (no masista) continuó cuando la presidenta de transición, cuya única función era convocar a elecciones limpias, se dedicó a hacer campaña en todo momento, porque, claro, ella también se había puesto en carrera.

El desgaste del boliviano (no masista) se agravó con cada caso de corrupción del Gobierno transitorio, por ejemplo, con el fraudulento contrato de compra de respiradores; mientras tanto, los movimientos sociales afines al MAS ¡bloqueban el paso del oxígeno! De forma literal ¡el pueblo se asfixiaba!

Y finalmente el desgaste del boliviano (no masista) alcanza su punto más crítico cuando lo pone en vilo nada más y nada menos que Luis Fernando Camacho, a quienes sus hombres llaman, como reverencia "El Libertador", sí, porque nos encantan los caudillos. Así el país quedó dividido en tres. 

Ante tantos desaciertos el MAS ha vuelto con todo. De los 21 días nos quedarán fotos, un libro y una canción. ¿Quién se rinde? Muchos creo, pero no ante el MAS, partido que hay que admitir HA GANADO y ojalá gobiernen lo mejor posible. Esa no es la derrota, la verdadera derrota es que los políticos hayan tomado en sus manos la pitita que unió al país y lo hayan estrangulado con todas las fuerzas de sus manos y de sus ambiciones. ¿Y aún peor? Que lo volverían a  hacer.

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