Año del murciélago
Como todos los años, el 31 de diciembre de 2019, muchos de nosotros levantábamos nuestras copas y nos propusimos ser más productivos el nuevo año. Concluir esa carrera, aprender ese idioma, cerrar pendientes, ahorrar, iniciar la dieta y, en fin. Nuestra lista, sinceramente era muy parecida a la de diciembre anterior, pero estábamos convencidos de que ¡esta vez sí era en serio! ¿Y cómo no? Habíamos comido las 12 uvas con fe, contamos dinero e hicimos todo lo que la tradición señala en la noche en que la voluntad se vuelve más férrea que nunca. No faltaron quienes tenían presente, además, que en pocos días sería el Año Nuevo chino, que esta vez traía la astucia de la rata.
Sin embargo; el murciélago le robó todo el protagonismo al roedor (y a los presagios chinos también) y todo se vino abajo. El mamífero quedó investigado como primer sospechoso de poner al mundo de cabeza, a pesar de que fue el hombre, invasivo como de costumbre, el que irrumpió en su hábitat. Ni hablar de nuestros planes, que en muchos casos murieron por inercia en las cuatro paredes de encierro en nuestras cuarentenas infinitas, (claro que seguramente hubo, por el contrario, quien aprovechó su tiempo y la crisis lo hizo más productivo).
El COVID-19 era al principio una de esas noticias insólitas que llegan del otro lado del mundo y que siembran más dudas que certezas; y en muchos casos la simple negación humana de que «no puede ser cierto». Luego vimos que sí era, cuando «ciudadanos remotos» enfermaban o morían. Después se instaló en nuestros países, enfermó a nuestros connacionales, luego al vecino Juan, al poco tiempo se acercó a nuestros familiares y de un momento a otro los números tuvieron caras ¡y eran los nuestros! Nos vimos despidiendo a colegas, amigos, amores o padres. El virus nos estaba hiriendo a todos.
Estamos muy cerca de concluir un año histórico en el que hemos perdido a más de un millón y medio de habitantes en nuestro planeta, y en el que para muchos su mundo personal se ha visto deshabitado, porque las personas que amaban están contabilizadas dentro de ese número. ¿Nos deja acaso algo bueno este virus que se nos ha instalado en el alma? De momento, el hecho que al menos yo que escribo esto, y usted que lee, hemos sobrevivido, aunque un poco rotos tal vez, al implacable 2020 y de paso; que muchos hemos tomado conciencia de la finitud del ser y quizá eso nos enseñe a valorar la propia vida y la del otro.
¿Levantaremos nuestras copas a fin de año? Es posible que sí. Aunque ya con otras motivaciones y sentimientos. Quizá brindemos por los que se fueron, por los que quedamos y por una vez cambiaremos nuestros propósitos. El más importante de ellos: vivir.
Claudia Campanini.








