Lo irónico del "Lamento boliviano" es que suele terminar cuando enfrentamos a Argentina en la cancha. Y fueron, precisamente,
dos compositores argentinos quienes acuñaron esta expresión en 1984. El dicho "lamento boliviano" se usaría, en adelante, para hacer referencia a nuestros pesares futboleros. Aunque son varias las interpretaciones del verdadero significado de esta locución.
Ganarle a Argentina tiene un gusto especial. En la algarabía colectiva
parece ser que no sólo se celebra el triunfo de Bolivia, sino también, la derrota Argentina... ¿Pero por qué ese placer de ver caer a nuestro hermano Albiceleste? Muchas podrían ser las explicaciones, y posiblemente, van más allá de la cancha.
Bolivia y Argentina comparten 773 kilómetros de frontera, mismos que en lugar de significar una "hermandad" entre habitantes han generado roces entre ellos, al punto que
no faltó quien propanga la construcción de un muro. Los argentinos y los bolivianos se conocen de cerca y en consecuencia, cada uno se da la licencia de calificar al otro según su experiencia.
El primer tipo de relación entre bolivianos y argentinos, es por lo tanto, la Migración:
En Argentina habitan algo más de 1,2 millones de bolivianos legales y casi un millón de indocumentados. No es noticia que nuestros compatriotas no viven en las mejores condiciones en suelo platense.
Reportes de prensa dan cuenta que nuestros connacionales soportan explotación y discriminación a diario.
Sin embargo, no debería ser novedad tampoco que en muchos casos el explotador del boliviano es otro boliviano... Sí, pero es un boliviano que se asume ya extranjero.
Lo que si parece ser novedad es que en
Bolivia también hay una gran cantidad de argentinos trabajando, 45.424 con exactitud, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Son en consecuencia, la mayor cantidad de extranjeros en territorio nacional, aunque probablemente en condiciones mucho más dignas que nuestros compatriotas en el país del sur.
Otros tantos no están contabilizados porque ingresan con estatus de turistas (con visitantes de otros países también) y se quedan unos cuantos meses, animando alguna esquina con diferentes habilidades.
Son malabaristas.
En resumen: nosotros estamos allá y ellos están aquí.
El segundo tipo de "relación" entre bolivianos y argentinos sucede por los "lazos" que tienden los medios de comunicación a través del fútbol y el espectáculo. Es indirecta.
En este punto, en cuanto a nosotros concierne,
nuestra relación con Argentina es ambigua. La simpatía se nos convierte en antipatía y la antipatía en simpatía.
Decimos que "no los toleramos", pero ahí nos tienen consumiendo su producción televisiva y reproduciendo sus formatos. Decimos que son "arrogantes", pero ahí nos tienen, reciclando todos sus estribillos para hinchar por nuestros equipos. Decimos que "ya no soportamos" sus transmisiones deportivas por el tono del relato. Y ahí tienen a algunos de nuestros locutores que desarrollaron similar acento, (con la excepción de quien no lo hace y con el que es realmente extrajero).
En cierto punto se nos confunde el hartazgo con la admiración. Estamos "hartos" de su protagonismo, decimos, y ahí nos ven, esperando a Messi en los recovecos del Estadio, aguardando a Tinelli en el Aeropuerto o, si alguno es católico, orgulloso por el Papa latino, sí, también argentino. Hay que admitir, que después de todo, los tres mencionados son personalidades y seguirlos o no es decisión de cada uno.
En realidad, no está "mal" optar por el mercado argentino en la industria del entretenimiento o el fútbol. Por años hemos consumido producción mexicana, o hay quien es afín a algún equipo europeo. El problema está cuando empezamos perder la identidad en el camino. Tal vez el problema de la cierta enemistad que percibe el boliviano no es el argentino en sí, sino es el nacional que intenta copiarlo, sin éxito.
El argentino no es malo. El boliviano tampoco lo es. Simplemente los han dividido fronteras sociales y culturales que la migración y el fútbol refriegan. Una cosa tienen en común ambos. El argentino en grupo es mordaz; El boliviano en masa es agresivo. Sin embargo, un argentino solo, es una persona solidaria y querendona; Un boliviano solo, es amable como ninguno y hospitalario.
El argentino no odia al boliviano, sólo que el argentino ama demasiado al argentino. El boliviano no odia al argentino, simplemente no ama demasiado al boliviano.
Eso sí...
si sólo de fútbol hablamos, ganarle a Argentina tiene un gusto especial. Porque a pesar que nuestro rival de turno tiene un enorme aparato futbolístico, que incluye poderosos medios de comunicación y los jugadores mejor cotizados en el mercado europeo; Por alguna paradoja del destino (que no es la altura, precisamente, porque en esta altura otras selecciones nos ganan) este gigante tiende a caer. Cae ante un país cuyo fútbol no termina de emerger y que nos ha significado más tristezas que alegrías.
Por eso no deja de sonar interesante decir, de vez en cuando: David, dos; Goliat, cero.
Texto: Claudia Campanini
Foto: Pedro Laguna
Nota: Se utiliza la forma "el boliviano", "el argentino" como una cuestión simbólica.